La teoría del terror

Se acerca fin de año y otra vez vuelven los miedos de siempre. ¿Somos personas tan cíclicas o esto es lo que nos imponen desde el discurso político?


“Después de ti ya no hay nada”, rezan los versos melosos de alguna canción noventosa de Alejandro Lerner. Y esa es la frase que, un poco más personalizada (“Después de MÍ ya no hay nada”), intenta imponer el Gobierno nacional de cara a las próximas elecciones para las que queda todavía un año.

Los alumnos más fieles del proyecto K empezaron con un discurso un tanto apocalíptico respecto del próximo periodo electoral, al sostener que si gana la oposición en 2015 se acabarán todos las victorias alcanzadas por la “década ganada”, incluido el mediatizado tratamiento por el SIDA que expandió Freyre en los últimos días.

Aquí es cuando se enfrentan cara a cara dos situaciones muy parecidas pero totalmente antagónicas: el pedido popular de renovación de autoridades y el temor al cambio por lo desconocido.

CFK auto

 

“Mejor malo conocido que bueno por conocer”, dice el dicho. Y es a lo que se allanaría el oficialismo para intentar torcer la balanza a su favor en octubre de 2015. Ningún país entró en crisis de un día al otro por un cambio de nombre en sus autoridades.

Los fines de ciclo son necesarios, igual que los recambios, sino uno de los pilares de la democracia no sería la periodicidad en las funciones de los elegidos.

Una dirigencia política que se jacte de madura y democrática no puede pretender que el motor de votación de su pueblo sea el miedo. Eso me remite a una época más setentista que a los tiempos actuales que el mundo conoce.

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