Contra todo poder que avasalla

¿Qué quedó tras la marcha del silencio? Mientras desde el oficialismo hacen esfuerzos para sostener la teoría conspirativa del “golpe blando” y los opositores buscan sacar ventaja de la crisis, miles de personas dejaron un mensaje a la dirigencia en general: verdad, justicia y transparencia en el poder.


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Por Graciela Marcet


 

“A esta cantidad de gente no la reúne ni el Mundial” decía un vendedor de banderas de Argentina en la Plaza 25 de Mayo, en el marco de la adhesión provincial al 18F. La sorpresa por la magnitud de la movilización era de todos. Tanto quienes marcharon desde adentro como quienes miraron a la distancia y con recelo, trataban de explicarse el fenómeno de la inusitada concentración, en una sociedad tan poco afecta a las grandes manifestaciones.

¿Por qué miles de sanjuaninos marcharon por la muerte de un fiscal en Buenos Aires mientras que en los últimos años solo unos pocos pidieron justicia por las desapariciones de Raúl Tellechea y María Rosa Pacheco? ¿Por qué muchos sintieron la necesidad de expresar su descontento cuando no se movieron para repudiar las muertes de ciudadanos mucho más desprotegidos que Nisman, fallecidos por obra de la delincuencia, la desnutrición o la falta de atención sanitaria? ¿Por qué eligieron al 18F para desahogar su angustia social cuando durante años no se sumaron a quienes, casi en soledad, pedían garantías para la protección ambiental de la Cordillera y exigían una participación digna de la provincia en las regalías mineras? ¿Por qué no asistieron algunos grupos de intelectuales y académicos o aquellos sectores más desfavorecidos en la distribución de la riqueza? En los últimos días, desde el oficialismo y los sectores ideológicos afines se buscó propagar estos interrogantes, con respuestas listas para reproducir en charlas de café y discursos de Facebook:

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“Quienes fueron a la marcha en San Juan pertenecen a sectores acomodados que temen perder sus privilegios en la distribución de la riqueza”; “Nunca se preocuparon por una causa social y ahora van a una manifestación que solo responde a la conspiración mediática y judicial para desestabilizar al Gobierno”; No es válida una marcha convocada por fiscales de cuestionada trayectoria a nivel nacional y con personajes como el juez Macchi a nivel local”. O como dijo la diputada provincial del Frente para la Victoria, Irene Romera, en una demostración de su gran altura política y respeto por la disidencia, simplemente se trató de “gorilitas de medio pelo”.

Más allá de las manifestaciones que muestran la esencia autoritaria de quienes las profieren, la respuesta a aquellas preguntas es más compleja que los razonamientos que anteceden. Es cierto que la marcha estuvo formada por sectores de clase media y que entre las miles de personas que asistieron, seguramente hubo personajes repudiables, desde aquellos que anhelan un nuevo golpe, hasta los oportunistas que buscan llevar agua para su molino y lavar un pasado non sancto. Es cierto también que solo pocos protestaron por otras causas de relevancia para la provincia y el país. Pero esas verdades no logran oscurecer la más importante, la que movilizó a miles de sanjuaninos que marcharon sin otro interés que pedir el esclarecimiento de un caso que devela el funcionamiento mafioso de las redes del poder en la Argentina. Que alzaron sus silenciosas voces para pedir que alguna vez se respeten los principios de una República: la separación y control entre los poderes del Estado, la igualdad ante la ley, la responsabilidad de políticos y funcionarios públicos y la transparencia en los actos de gobierno, tanto en las esferas políticas y judiciales, como en las estructuras de la Inteligencia, que convenientemente hoy se busca reformar, después de una década de sostener a los que hoy aparecen como villanos y culpables de la muerte más escandalosa de los últimos tiempos.

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Si esta movilización resulta extraña en San Juan no tiene que ver únicamente con la reacción de “empresarios codiciosos o mujeres copetudas que buscan comprar dólares”, una franca minoría en una sociedad con sueldos demasiado permeables a la inflación. Ni con la manipulación mediática de grupos como Clarín, del cual muchos ya conocen su historial de operaciones políticas, incluyendo la alianza con el kirchnerismo en los primeros años.

En primer lugar, si los sanjuaninos no marcharon antes por otras causas fue porque muchos aún logran establecer una conveniente división entre la impunidad del kirchnerismo a nivel nacional y la política carismática del “Flaco” Gioja. Ese gobernador a quien todos quieren ver como el líder campechano que resurge cual Ave Fénix de cualquier tipo de caída, que cruza la Cordillera para emular a San Martín y que lucha contra las corporaciones, según reza el slogan kirchnerista. Y ahí está la trampa de esa división. Porque no existe tal lucha contra “la corpo”, en un gobierno que a nivel nacional y provincial entrega el control económico y ambiental a multinacionales como Barrick y Chevron. Porque tanto Gioja como Cristina fueron protagonistas y artífices de la “maléfica década del 90”, a la cual hoy señalan horrorizados.

Es probable que muchos sanjuaninos (de los que marcharon y de los que no) también coincidan con algunos de los logros de este gobierno y teman perder los beneficios alcanzados. Está muy bien que apoyen los avances pero no que se haga política desde el miedo, utilizado para difundir la idea de que si se va el kirchnerismo, la única salida será la derecha más rancia que llegará para privatizar hasta el aire y si se va Gioja quedará la nada.

En ese contexto, el problema ya ni siquiera es la economía, es el miedo. El miedo al “golpe blando”, la definición oficialista para justificar por qué periodistas, jueces y fiscales no paran de encontrar suciedad bajo la alfombra e investigan hechos de corrupción y encubrimiento a los peores crímenes. El miedo a la renovación de autoridades, a pesar de que lo dispone nuestro sistema republicano. Y el miedo a disentir, especialmente en una provincia donde el que manifiesta una opción política distinta al giojismo parece quedarse al margen de todo.

Contra esos miedos marchó la gran mayoría de los sanjuaninos. Y aunque muchos sigan separando al gobierno provincial del nacional, ese fue el espíritu que movilizó a miles de personas: la lucha contra los poderes que avasallan, sin importar si el atropello proviene del Poder Ejecutivo, del Judicial o de las corporaciones mediáticas y empresariales. Una reacción contra la impotencia de comprobar la desprotección del ciudadano común en un sistema en el que el fiscal más custodiado del país puede morir después de una denuncia semejante.

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Que la marcha haya incluido a personajes polémicos o movilizado a personas que nunca protestaron por nada no le quita responsabilidad al Gobierno en sus oscuras relaciones con la Inteligencia ni aclara la acusación de encubrimiento al mayor atentado de la historia argentina. Esos argumentos son las viejas y conocidas falacias ad hominem, que solo reducen la legitimidad del reclamo para los que prefieren creer en teorías conspirativas de golpes tan blandos que no existen. Para quienes hayan decidido oír el silencio, tanto en la oposición como en el Justicialismo, la tarea será trascender la pancarta fácil del “Yo soy Nisman” para buscar las vías reales de cortar con la impunidad y la corrupción en el poder.

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