Hegel y la certeza sensible, principios para una crítica del lenguaje

Este artículo sólo pretende esbozar algunas de las pautas que Hegel establece en la Fenomenología del Espíritu, específicamente dentro del apartado referente a la certeza sensible, que apuntan, de forma no explícita, a una crítica del lenguaje como referente de lo real.


hegel

A partir de la certeza sensible, la conciencia comienza su camino hacia el Absoluto: “La conciencia es un teatro, situado en medio, que se ha inaugurado como espíritu subjetivo, que se ha encontrado a sí mismo, y que ahora investiga con asombro su propio desarrollo hacia el espíritu…” (Glockner, 1965, p. 92).

La conciencia es un momento intermedio entre el espíritu absoluto y la conciencia natural que va dejando atrás en su propio proceso. En este contexto se describe convenientemente la figura que Hegel llama conciencia, y que será el escenario donde la contradicción aparecerá para echar a andar el pensamiento.

La conciencia se encuentra con el mundo; un conjunto de objetos que, en primera instancia, no le refieren nada, de la misma forma en que no pueden ser referidos. Es el momento del encuentro inmediato, sin más; sin preguntas ni objeciones. Hay un éste que sabe de un esto; “… la conciencia es yo y nada más, un puro éste; el singular sabe un puro esto o lo singular.”(Hegel, 1966, p. 63).

La conciencia natural es un saber algo. Un saber que se manifiesta como lo únicamente verdadero, en tanto que es el encuentro meramente inmediato con el objeto puro, sin alteraciones ni atribuciones.

Pero en este momento que hemos tomado como inmediato, la mediación ya se encuentra presente, pues la conciencia está determinada desde el momento que reconoce en el objeto otro, que finalmente es diferente a ella; un-otro diferente de un-uno: “…la intensidad de conciencia de pertenencia del Yo está en proporción directa de la conciencia de no-pertenencia del no-yo…” (Cornelio, 1960 p. 27).

Es un acto de distinción fundamental que realiza la conciencia: el yo (para sí) no-es el no-yo (en sí). Es por esto que el objeto puro es ya en sí el resultado de la mediación, en tanto que de él se remueven todos los posibles atributos y particularidades, todo lo que no-es. En este sentido el objeto es lo que no-es. Entonces la conciencia que creía saber la verdad del objeto se da cuenta, por medio de la negación, de que lo único verdadero es que se hallaba en un error; así, se tropieza con la duda y la desesperación: “La duda es, aquí, más bien la penetración consciente en la no verdad del saber que se manifiesta, para el cual lo más real de todo es lo que solamente es en verdad el concepto no realizado.” (Ibid., p. 54).

Este movimiento negativo (movimiento dialéctico) dará a luz un nuevo objeto verdadero: “… cuando lo que primeramente aparecía como el objeto desciende en la consciencia a un saber de él y cuando el en sí deviene un ser del en sí para la consciencia, tenemos el nuevo objeto por medio del que surge también una nueva figura de la consciencia, para la cual la esencia es ahora algo distinto de lo que era antes.” (Ibid., p. 54).

Ahora bien, este proceso lo lleva la conciencia tanto en su objeto como en su saber de ese objeto. Es decir, que ella misma es conciencia del objeto pero también conciencia de ella misma. Esta es otra figura de la conciencia, que se desdobla para verse a sí misma como un en sí que es en sí para ella misma. Proceso que la acompañará en todo su movimiento hasta su llegada al saber absoluto.

Todo el movimiento que en ella se realiza es lo que Hegel llama experiencia. Proceso por el cual la conciencia trata de conciliar las contradicciones que aparecen en ella y ante ella. El hecho de que el mundo sea para nuestra conciencia y a su vez sea un mundo totalmente pleno, es la causa por la que ésta desarrolla todas sus figuras en cada encuentro con él mismo:

“Esta contradicción consiste en el hecho de que lo individual (por ejemplo yo), para convertirse en objeto, debe pasar, dentro de sí mismo, más allá de sí mismo: debe aniquilarse como algo unilateral y limitado; en la “conciencia del yo”, en la que realmente coinciden el yo y el no-yo, el yo y el mundo[…], lo individual debe haberse reconocido, con ayuda de la razón, como idéntico con su contra-parte, con el fin de poder ser una “totalidad” sin perder, por este esfuerzo, “todo”. (Glockner, op. Cit, p.95)

El lenguaje es una forma de exteriorización de la conciencia, pero que lleva consigo todos los atributos de la subjetividad, expresándola de forma inmediata. Así, la interioridad, al pasar por el lenguaje, se objetiva, de tal forma que se vuelve otro, haciendo de la subjetividad algo distinto de lo que es en-sí y para- sí.

El problema del lenguaje es que en el intento por capturar el objeto no logra describirlo completamente, diciendo demasiado sin decir nada. Es decir, escapan al lenguaje tanto la dimensión especulativa en que pretende hablar de la propia conciencia como conciencia para-sí, como el enunciado empírico con el que pretende hablar del ente en su singularidad.

Comentarios

Compartir