El lustrabotas de la peatonal nos dijo adiós

Hoy 5 de julio la salud de Juan Domingo Ahumada dejó de batallar. Un ENTRAÑABLE del centro sanjuanino se fue sin despedirse. Pero yo me quedo con su última charla, la del viernes al mediodía.

Juan Domingo Ahumada, en pleno oficio. (Fotografía: Mara Belzagui)

Viernes por la tarde. Salgo de trabajar y el cuerpo me pide alimento. «Tal vez sea un buen día para ir a la famosa hamburguesería de la peatonal», pienso en silencio sin que nadie pueda refutarme.

Nunca pensé en él ni en lo que pasaría. Nunca antes hablamos. Él no me conoce, pero yo lo ubico, claro, es un clásico, estuvo ahí siempre. Sin pensarlo ni buscarlo, pero definitivamente era un buen día para romper el silencio. Me paro sin querer a ver la vidriera ahí, en la esquina. Desde atrás siento que dicen: «Joven». Giro, nos miramos. «¿Me da la hora?», dice amable. «¡Sí claro! Son las dos», dije devolviendo la sonrisa.

«Muchas gracias. Ya es hora de volver a casa«, me dijo mientras sonreía.

Y volvió, para no volver jamás.

Hoy temprano todos nos despertamos con una noticia triste. Juan Domingo Ahumada, el lustrabotas de la peatonal sanjuanina, que ejerció su oficio desde hace 30 años para pagar los estudios de sus hijos, volvió a casa eterna, la de las almas nobles.

Su enfermedad no alteró su voluntad. Desde que puso su pequeña «oficina» en la esquina de calles Rivadavia y Tucumán, su única obsesión fue que sus hijos tengan una profesión noble, como la suya, pero académica. Por eso, y desde hace 30 años, cada sanjuanino con su predisposición (y los zapatos sucios) pasaba un rato con Juan Domingo, charlando y, sin saberlo tal vez, colaborando con su silenciosa causa.

La salud por ahí no es buena amiga y hoy miércoles decidió no acompañarlo. Por cansancio de la lucha diaria, tal vez, o porque Juan Domingo ya tenía el cielo ganado. Y llegó la hora entonces de reclamar el premio y vivir un poco de paz.

Nos vemos en la próxima esquina, Juan Domingo, en una de esas, me preguntás la hora y nos reímos juntos, otra vez.

 

Por Marcos Iván Agüero.

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