Cambio áreas protegidas por rutas redituables ¿qué pasará con Ischigualasto?

Las famosas áreas protegidas, son espacios creados por la SOCIEDAD en su conjunto, para garantizar la vida animal y vegetal en condiciones de bienestar, conservando la biodiversidad, así como el mantenimiento de los procesos ecológicos necesarios para su preservación y el desarrollo del ser humano. Esta definición abarca los aspectos más importantes que caracterizan a las áreas protegidas, relacionados con la sustentabilidad, nada más y nada menos, de la vida humana. Además, con un fuerte hincapié en el componente SOCIAL y CULTURAL.

Ayer la emoción recorrió la sangre de nuestros funcionarios públicos provinciales y nacionales, al inaugurar otra parte de la Ruta 150, próxima a convertirse en uno de los grandes logros del giojismo justo a un año de las elecciones.  Lo cierto es que este proyecto de gran envergadura traerá cambios económicos y sociales muy importantes a la Provincia y el país, pero ¿cómo pasar por alto que la nueva ruta corre solo a metros del Parque provincial Ischigualasto, área protegida y Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO?

Cristina participó de la inauguración de la Ruta por teleconferencia desde Tecnópolis.
Cristina participó de la inauguración de la Ruta por teleconferencia desde Tecnópolis.

 

“Las áreas protegidas contribuyen a la conservación del patrimonio natural y cultural del país y ayudan a reducir las presiones causadas por algunas actividades humanas sobre estos ambientes. En ellas el impacto se reduce a la mínima expresión y, por tanto, se transforman en sitios de referencia para apreciar los beneficios de la protección”, reza una completa definición. Impacto MÍNIMO, no deberíamos olvidarlo.

Permitir el avasallamiento de estos espacios priorizando el rédito económico mediante el turismo y otras actividades, atenta hasta con la identidad y cultura de la comunidad, cuyo patrimonio, valores espirituales y emocionales pasan a un segundo plano bajo las deficiencias de la política, que muchas veces solo busca beneficios a corto plazo. Pero el rédito máximo de las áreas protegidas es, justamente, la sustentabilidad de la especie humana.

De movida, en Ischigualasto la historia es otra, comparada con el aledaño Parque Talampaya. El recorrido por el interior del Valle de la Luna se permite realizar con varios autos, a diferencia de Talampaya que ingresa en una sola combi con cierta cantidad de gente. Muchos pícaros, de hecho, robaron reliquias naturales de millones de años. Ahora por la 150 pasarán orgullosamente cientos de autos y camiones con carga pesada, y solo nos preguntamos de qué manera puede afectar este impacto potenciado a nuestras áreas protegidas.

No solo eso, sino que en las inmediaciones del Parque ya hablan de la instalación de un bar en medio del Parque, justo frente al Submarino. ¿Dejaremos que eso pase con nuestro patrimonio, aún sabiendo como las acciones humanas pueden transformar un paisaje en solo un par de años?

La Ruta 150 es una obra magnífica, no puede negarse. Pero con tanto dinero encima, con tanto prestigio y promesas de crecimiento para la Provincia, ¿existió la conciencia sobre la conservación del Parque Ischigualasto?

La Comisión Nacional de Áreas Protegidas (CONANP) asume que si bien es imposible evitar el cambio y no es lo que se pretende, la conservación apunta a que este ocurra “de una manera natural incluyendo algunos regímenes de disturbio que le son intrínsecos”. A esto lo denominan “cambios aceptables”, evitando “intervenir o haciéndolo solo en casos muy concretos y de manera muy sutil”.

Lo sutil se le olvidó al Gobierno de San Juan hace rato, que hace mérito con sus obras de fin de ciclo.

Comentarios

Compartir